sábado, 25 de agosto de 2012

DE RENTISTAS Y ESPECULADORES, o la falacia de que el llamado "Mercado de Capitales" sea un elemento necesario y suficiente para la expansión de la producción capitalista.


 GOWAN, Peter: La apuesta de la globalización  (The Global Gamble); Cap. II: Los “mercados de capitales”, los sistemas financieros y el sistema monetario internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial. © Ediciones Akal, Madrid, 2000 (© Peter Gowin, 1999)                   
(Pág.25, tercer párrafo)
La noción de que una gran expansión del tamaño de los “mercados de capitales” constituye un síntoma de tendencias positivas de la producción capitalista es tan falaz como imaginar que una vasta expansión del sector asegurador es un signo de que el mundo se ha convertido en un lugar mas seguro. El aseguramiento puede funcionar de la manera inversa: cuanto mayor sea el número de delitos, mayor será el mercado de seguros sobre la propiedad. Similarmente, cuando se hacen, de la noche a la mañana, grandes fortunas en los “mercados de capitales”, la regla elemental más útil para interpretar tales tendencias es la que asevera que algo dentro del capitalismo está funcionando muy mal desde el punto de vista social.
Exploraremos algunas de estas cuestiones, empezando por el rasgo más obvio de los sistemas financieros, su papel como oferentes de crédito.
El crédito implica prestar dinero a terceros con el acuerdo de que devolverán el dinero más tarde con un premio o royalty normalmente en la forma de un tipo de interés[1]. No hay nada necesariamente capitalista en el crédito y grandes áreas de los sistemas de crédito nacional no están relacionadas en absoluto con la producción. Los trabajadores pueden colocar su dinero en cooperativas de crédito y obtener préstamos de éstas en tiempos difíciles con la esperanza de devolver el dinero en tiempos mejores. Pagan una comisión por el servicio, pero ésta puede ser pequeña, porque la cooperativa es una entidad sin ánimo de lucro. Tales cooperativas satisfacen necesidades de consumo, no de producción, y no son capitalistas.  Las cooperativas de viviendas que se limitan al mercado inmobiliario juegan un papel similar a la hora de ofrecer créditos a la gente que compra una casa. Un rasgo común de estos tipos de organizaciones es que el dinero-crédito que emiten proviene directamente de los ahorros depositados en ellas. En otras palabras, sus recursos proceden de la producción anterior de valor en la economía: los ahorros de los empleados provienen de los salarios que ya han ganado en la producción[2].
Los bancos son diferentes porque pueden crear nuevo dinero en sus operaciones de crédito. Podemos percibir esto cuando nos percatamos que, en cualquier momento, los bancos, en su conjunto, podrían estar dando a todos los agentes económicos más dinero del que tienen en sus depósitos. . Así, está circulando más dinero en la economía que el que se deriva de los ahorros generados por la pasada creación de valor. Parte del dinero es, en realidad, lo que podríamos llamar dinero ficticio: dinero procedente no del pasado, sino de las expectativas de que será validado por futuras actividades productivas[3]. En el marco del capitalismo los bancos tampoco tienen que funcionar como compañías capitalistas privadas. A comienzos de la década de 1990, por ejemplo, más de la mitad de los cien mayores bancos europeos eran de propiedad pública y sus criterios financieros de funcionamiento eran, en principio, asuntos de interés público. Incluso aunque sean privados, los bancos juegan un papel tan esencial y poderoso en la economía pública, debido a su capacidad de emitir dinero-crédito, que cualquier capitalista sensato se asegurará que el Estado  esté interfiriendo constantemente en sus actividades (aunque, por razones ideológicas, se prefiera que estas funciones estatales conserven un “perfil bajo”). Como señala Kapstein: “Se dice a los bancos cuánto capital deben mantener, dónde pueden actuar, qué productos pueden vender y cuánto pueden prestar a una empresa”[4]

La existencia de este dinero-crédito ficticio es muy benéfica para el conjunto de la economía, debido a su papel a la hora de facilitar la circulación de mercancías. Sin él el desarrollo económico sería mucho más lento. Es especialmente relevante para los patronos, al permitirles disponer de grandes cantidades de dinero para adquirir equipos, que rendirán su máximo valor en la producción de años futuros. Si los empresarios pudieran invertir sólo los ahorros reales, es decir, el dinero derivado de la anterior creación de valor, invertir en capital fijo sería mucho más costoso, demasiado, en realidad, para buena parte de la inversión. El crédito también se ha convertido, por otro lado, en un medio muy importante de expandir la compra de bienes por parte de los consumidores. Este es otro modo de decir que las economías modernas están asentadas en grandes cantidades de deuda. De manera que los bancos juegan un papel fundamental tanto al canalizar ahorros como al crear nuevos fondos (dinero ficticio) para la inversión productiva. La totalidad de la economía capitalista podría ser dirigida con un sistema financiero que consistiese únicamente en tales bancos.
Históricamente, sin embargo, se han desarrollado otras formas de instituciones financieras, especialmente en el mundo anglosajón, que han desempeñado un papel central en el desarrollo histórico del capitalismo. En primer lugar, han surgido las acciones y los bonos como medio de obtener fondos. Una compañía  puede ofertar acciones e invertir los recursos obtenidos en actividades empresariales. Las acciones son trozos de papel que otorgan el derecho a la percepción de futuros dividendos derivados de las actividades de la compañía. Las compañías y los gobiernos también pueden vender bonos y emplear los recursos obtenidos para una variedad infinita de propósitos. Similarmente, estos bonos son trozos de papel que confieren al poseedor el derecho a percibir una suma fija de rentas futuras durante un determinado período de tiempo. Un rasgo especial de las acciones y de los bonos (conocidos colectivamente en Inglaterra desde el siglo XVII como “valores”) es que el establecimiento de los mercados secundarios permite que la gente compre y venda estos trozos de papel, que otorgan al poseedor el derecho a disfrutar de beneficios futuros. Hoy hay un sinfín de trozos de papel que pueden comprarse y venderse y que autorizan al poseedor a disfrutar de algún tipo de derechos o beneficios futuros. Puedo comprar y vender papel que me da derecho a comprar y vender moneda a cierto tipo de cambio en un determinado momento futuro. Ha habido un enorme crecimiento del mercado de tales derechos de papel. El término genérico que se da a todas estas unidades de papel comercializable es el de “títulos”.
Es importante reconocer que, aunque la emisión inicial de una serie de bonos y acciones sea un medio para obtener fondos que pueden (o no) usarse para la inversión productiva de capital, los mercados secundarios de estos títulos no contribuyen directamente a la inversión productiva[5]. En vez de ello, los operadores de estos mercados (por ejemplo, el Mercado de Valores) están comprando y vendiendo derechos sobre el valor futuro que se creará en futuras actividades productivas. No están entregando fondos para esa actividad productiva; están negociando la autorización a disfrutar de los beneficios futuros que tales actividades reporten. Estos derechos sobre los beneficios futuros de la futura actividad productiva son derechos directos o indirectos. Una acción de la Ford es un derecho directo sobre la creación futura de valor por parte de Ford. El bono que poseo del gobierno ruso es un derecho indirecto sobre la futura producción rusa de valor. Conservo el bono no porque crea que el gobierno ruso producirá valor, sino porque me pagará mi renta imponiendo impuestos sobre la actividad productiva de terceros en Rusia: si no hay producción no habrá beneficios para mi bono.
Esbozado este trasfondo, podemos ahora volver al término “mercado de capitales”: este término, en realidad, se refiere principal, aunque no exclusivamente, a los mercados de títulos, puede no tener nada que ver directamente con la oferta de fondos de inversión de capital. Puede tener que ver más con el proceso inverso: la negociación de los derechos que autorizan a beneficios procedentes de la futura creación productiva de valor. Al mismo tiempo, los créditos bancarios y los bonos pueden servir para funciones de obtención de capital, pero también pueden servir para otros propósitos,. Y ni los mercados de divisas ni los mercados de derivados tienen nada que ver con la inversión de capital; examinaremos más tarde cuáles son sus funciones.
¡Cómo puede producirse un abuso del lenguaje tan evidente por medio del cual varios tipos de mercados financieros se describen como mercados de capitales? La respuesta se encuentra en que  en que no se trata de ningún abuso del lenguaje: los rentistas y los especuladores. Los rentistas son aquellos que derivan su renta de la obtención de beneficios sobre la producción futura. Los especuladores son aquellos que derivan su renta de la negociación de títulos y monedas que intentan vender a un precio superior al que los compraron.
Como se desprende de nuestro análisis, los rentistas no son, en principio, un elemento integral del capitalismo. Aquellas partes de la reproducción del sistema que necesariamente implican la canalización de fondos monetarios a partir de la creación de valor anterior y de créditos en forma de dinero ficticio podrían ser gestionadas enteramente por bancos comerciales (que podrían ser de propiedad pública).
De este modo, cuando examinemos el crecimiento de los llamados “mercados de capitales globales”, descubriremos que buena parte de su actividad no está relacionada con el suministro de capital para la actividad productiva. Lo está en cambio, con la negociación de los derechos sobre la producción futura en diferentes partes del mundo o con la actividad empresarial que ofrece varios tipos de seguro contra el riesgo. La tendencia en la organización de los flujos financieros ha privilegiado progresivamente los intereses de los rentistas y especuladores sobre las exigencias funcionales de la inversión productiva. Este hecho se revela mediante un examen de las tensiones entre lo que podríamos denominar los dos polos del capitalismo, el del capital que negocia con dinero y el de aquellos empresarios que emplean el capital en el sector productivo.


[1] El término royalty incluye el interés, la renta de la tierra, los impuestos, las comisiones por servicios financieros y los dividendos. Extraigo el término de Shaikh y Tonak (aunque ellos no incluyan los dividendos en su definición). Véase Anwar SHAIKH y E. AHMET TONAK, Measuring the Wealth of Nations. The Political Economy of National Accounts, Cambridge University Press, 1994.
[2] A lo largo de este capítulo el término “producción” se refiere a aquellas actividades que producen valores de uso. En las sociedades capitalistas no toda la producción de este tipo está controlada por el capital privado: por ejemplo, cocinar o el cuidado del hogar pueden no estarlo. No obstante, la parte fundamental del sector productivo sí lo estará. Sobre la definición de este término, véase Shaikh y Tonak, ibid.
[3] Véase Bob RWOTHOEN, Capitalism, Conflict and Inflation, Lawrence and Wishart, 1980, y David HARVEY, The limits of Capital, Blakwel, 1982. El libro fundamental de Harvey proporciona una excelente revisión del papel de las finanzas dentro del capitalismo.
[4] Ethan B. KAPSTEIN:  Governing the Global Economy: International Finances and the Suite, Harvard University Pres, 1994.
[5] La justificación económica de estos “mercados secundarios” es que su existencia facilita la búsqueda a compañías y gobiernos de compradores potenciales de sus accione y bonos: los compradores tienen la seguridad de que más tarde pueden vender fácilmente sus bonos y acciones en los mercados secundarios. 

martes, 21 de agosto de 2012

Multiculturalismo

Los nombres de los otros. Narrando a los otros en la cultura y en la educación. DUCHATZKY, Silvia y Carlos Skliar.  (Publicado como "Os noms dos outros. Reflexôes sobre os usos escolares da diversidad",  Porto Alegre: Educacâo & Realidade, vol 25. Otra versión publicada como: "La diversidad bajo sospecha. Reflexiones sobre los discursos de la diversidad y sus implicancias educativas. Rosario: Cuadernos de Pedagogìa, marzo-abril 2000

El multiculturalismo es cuestionado no sólo de la perspectiva cultural sino también desde la esfera del pensamiento político. En este sentido Nancy Fraser (1998)*polemiza con las versiones multiculturales por haber borrado el conflicto político en aras de reivindicaciones étnicas nacionalistas o de género. De este modo pareciera que las injusticias económicas y sociales dejan de operar en el horizonte e la disputa por los derechos sociales. 

* FRASER, N. La justicia social en la era de las politicas de identidad, redistribución, reconocimiento y participación.  En Apuntes de Investigación. Año II- Nº2/5. Buenos Aires, 1998