martes, 24 de mayo de 2011


La deuda pública de Estados Unidos desde 1790 hasta hoy, ¿que hay de nuevo, viejo?


En La historia de la deuda pública global publicamos una gráfica de la deuda de Estados Unidos desde 1920 hasta 2008. En la gráfica que encabeza este post retrocedemos hasta 1790, catorce años después de la independencia de Estados Unidos y avanzamos hasta el año 2006. En la gráfica 2 hacemos un acercamiento a la deuda de Estados Unidos desde 1945 hasta hoy, dando cuenta de los períodos en que la deuda bajó o aumentó, de acuerdo al cambio de giro en la política económica que dió curso al proceso de endeudamiento que se mantiene hasta hoy.
La deuda pública de Estados Unidos alcanzó su nivel más elevado en 1945, al finalizar la segunda guerra mundial, cuando llegó al 120% del PIB. Desde ese momento, y a lo largo de 35 años, con las administraciones de Harry Truman, Dwight Eisenhower, John Kennedy, Lyndon Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford y Jimmy Carter, la deuda disminuyó progresivamente hasta situarse en el 34% del PIB en 1980. Desde ese momento, la deuda avanzó hasta tocar el actual techo de la deuda, haciendo que Estados Unidos se enfrente peligrosamente al default o impago masivo, como advirtió Timothy Geithner cuando dijo que Estados Unidos está al borde de la quiebra. En la siguiente gráfica damos cuenta de los gobiernos que han sido más derrochadores, así como de aquellos que fueron más “austeros”.
us-national-debt-gdp1.jpg

Esta gráfica muestra lo que pasó desde el 1 de octubre de 1981, cuando Ronald Reagan dio curso a su primer presupuesto, en el cual aplicó sendos recortes de impuestos a los más ricos. Reagan fue elegido por decir al país que la deuda estaba fuera de control, cuando en verdad se encontraba en el nivel más bajo en 50 años (ver grafica 1). Desde 1981, bajo el paradigma de que “endeudarse era bueno y ayudaba al crecimiento” (por la vía de la teoría del ingreso permanente), la deuda aumentó en 9,2 billones de dólares. La línea verde de esta gráfica muestra lo que hubiera sucedido si Reagan hubiese tenido un presupuesto acorde con el ingreso público.
¿Qué fue lo que ocurrió en 1981? Simplemente que Reagan adoptó los dogmas de los teóricos de la oferta, que señalaban que era la oferta, y no la demanda, la impulsora del crecimiento. Con este simple gesto derribaron la concepción económica que venía cumpliendo un rol exitoso desde el fin de la guerra. Este fue el momento en que los teóricos de la oferta demolieron las propuestas keynesianas, como explica el catedrático Julian Pavon en El nudo gordiano de la política económica. Todo esto también fue consecuencia de la primera gran crisis de post guerra: la crisis petrolera de 1974-1975, ante la cual la teoría económica convencional no tenía respuestas.
La única respuesta que se abrazó en esos años fue la de los teóricos de la oferta, que afirmaban que los recortes de impuestos a las corporaciones y a los más ricos, permitiría generar más empleo, y pagar más impuestos. Por lo tanto, ante una menor tasa de impuestos pero con mayor producción, el gobierno recaudaría mucho más para pagar la deuda que Reagan consideraba altísima. Por supuesto que esta teoría no funcionó, y los sucesivos recortes de impuestos en los gobiernos de George Bush y George W. Bush, no aumentaron la recaudación tributaria, y la deuda se disparó a las nubes, aumentado en 9,2 billones de dólares. Actualmente, la deuda de Estados Unidos iguala al PIB del país (14,3 billones de dólares), con la diferencia de que los intereses crecen mucho más rápido que la producción y la recaudación tributaria. Por eso esta deuda se encuentra en punto de no retorno, complicando la recuperación de toda la economía mundial.

HISTORIA ARGENTINA BAJO LA MIRADA DE HISTORIADORES BRITÁNICOS

WILLIAMSOM, EDWIN, THE PENGUIN HISTORY OF LATIN AMERICA, CHAPTER 8. ‘Civilization and Barbarism’: Literary and Cultural Deveolpment I. [i] 
Sarmiento’s seminal essay became embroiled in endless controversy (still very much alive today) because he allowed his hatred of Rosas to distort his analysis  of the condition of the post-independence Argentina. The great flaw in his argument is his identification of the pampas as the source of barbarism and of the gaucho as its agent. In this he was influenced more by his friend Echeverría and the sterotypes of gauchesque literature than by direct observation – Sarmiento was a city man with minimal experience of life on the pampas when he wrote Facundo. The fact was that neither Facundo Quironga nonr Rosas were gauchos, they simply used themo and other lower class gropus to further their ouwn ambitions. Sarmiento could well have argued that reactionary caudillos had exploited the gauchos and perverted their values. In this way wh would have avoided the controversial association of the gaucho with the ‘barbarism’ which hat to be overcome. As would occur with the cowboy in the USA ot the bandeirante of Sâo Paulo in Brazil, the gaucho could have been converted by the Argentine liberals into a mythical figure of progress, an authentic son of the Argentine soil whose rugged individualism and love of freedom foreshadowed the entrepreneurial culture that would carry the young republic towards greatness and prosperity,. Instead, he was portrayed in Facundo as the embodiment of barbarism and cultural backwardness.
This missed ideological opportunity haunts the pages of Facundo in the ambivalence with Sarmiento depicts the life and customs of the gauchos. As a romantic, he cannot fail to admire the strength of their autochthonous culture –their intimate knowledge of the pampas, their rustic skills, their prowess with knife and guitar; and yet the manner in which he has framed the argument demands that he reject their way of life as a pattern for modern Argentina. After Facundo the idea of progress in Argentina would forever seem to be at odds with the country’s very fragile sense of identity.
This self-defeating conflict would be given a mythical resonance bya José Hernández’ highly influential narrative poem, El gaucho Martín Fierro (part I, 1872; part. II, 1879), written well after the fall of the caudillo Rosas in 1852, when Sarmiento himself had become president of the republic and the fee wheeling life of the pampas was rapidly giving way to a modern economy based on well-defined property rights, wheat-growing estancias , settlements of foreign immigrants and a network of railways.
José Hernández realized in a single work of art the enormous mythic potential of the gaucho when his traditional way of life was on the point of disappearing. The first part of Martín Fierro tells the story of an innocent gaucho’s forced conscription into the army to serve in a frontier garrison against the Indians of the pampas. After constant abuse and explitation by the authorities he deserts and is forded to take refuge with the Indians. This first part is a moving lament fo a doomed way of life, in which the gaucho enjoyed the feedom of the pampas as wel as a sense of camaraderie with his tellows under the patriarchal authority of a benevolent patrón. It reads as the protest of a Hispanic conservative against a modernizing government that had froken faith with the gauchos, the authentic representatives of Argentine people.
The sequel, however, is confused; it was written seven years later, when the author was famous and had become a supporter of a new liberal president Avellaneda. Still, the unevenness itself reveals the ideological problems of nation-building in Argentina. Martín Fierro is repelled by the barbarism of the Indians, but when he returns to ‘civilization’ hi finds that nothing has changed: all that society can offer him is work as a hired hand on an estancia. Since Hernández could do nothing with his persecuted gaucho that would not humiliate him, the central narrative breaks up into a number of rambling stories by differente characters until it draws to an inconclusive end with Fierro offering his sons the counsels of an errant father fefore they all ride off onve more inte the unknown.

[i] Williamsom da aquí su punto de vista sobre la imposibilidad del “liberalismo” argentino crear un mito fundador. Fracaso que primero experimenta sarmiento con Facundo y completa Hernández con el Martín Fierro. Pags.  291 y 292. Publicado dn PENGUIN BOOKS Inglaterra, 1992. Copyright Edwin Willamson, 1992 All right reserved.

LIBERALISMO DE IZQUIERDAS. EL ESQUEMA DE WILL KYMLICKA


El Igualitarismo Liberal se caracteriza mediante los términos definidos por tres afirmaciones principales sobre el yo, el Estado y la equidad, respectivamente:

a) Sobre el Yo:
El Igualitarismo Liberal no supone que los individuos tengan conceptos del bien fijos e inmutables, más bien supone que cada individuo debe tener la capacidad de reflexionar racionalmente sobre los fines que persigue y también cambiarlos si le parece que ya no valen la pena. El Estado debe hacer posible que los individuos desarrollen y ejerciten esta capacidad de revisión, en parte procurando una buena educación y en parte prohibiendo el intento de otros individuos o grupos de impedir que la gente ejerza esa capacidad. Esto se denomina “prioridad del yo sobre sus fines”.

b) Sobre el Estado:
El Igualitarismo Liberal supone que el Estado debería ser NEUTRAL con respecto a las concepciones del bien (v.g. si quiero formar una familia monoparental; practicar la religión que me plazca). El papel del Estado consiste al contrario en proteger la capacidad que tienen los individuos de juzgar por sí mismos el valor de los distintos conceptos de una buena vida y proporcionar una justa distribución de los derechos y los recursos que permitan a la personas perseguir su concepto de bien (v.g. matrimonio igualitario; budismo en un país católico).

c) Sobre la Equidad:

El Igualitarismo Liberal supone que el Estado debe rectificar las desigualdades que son “moralmente arbitrarias”. Una teoría de la justicia verdaderamente liberal insistirá en el hecho de que lo individuos pueden llegar a tener distintas posesiones como resultado de las diferentes elecciones que hayan realizado  (por ejemplo elecciones referentes a trabajo vs. Ocio; consumo vs. Ahorro; grados de aversión al riesgo). Pero SI LAS PERSONAS TIENEN POSESIONES DESIGUALES COMO RESULTADO DE SUS CIRCUNSTANCIAS y NO en función de sus elecciones, entonces estas diferencias son moralmente arbitrarias e injustas. Las fuentes de las desigualdades moralmente arbitrarias incluyen las sociales (v.g. haber nacido en una familia desfavorecida), y también los dones naturales (v.g. haber nacido con menos talentos naturales o físicos).

Tal como lo indica Dworkin, el Igualitarismo Liberal supone que para atender a la justicia distributiva el Estado debería permitir las diferencias de posesiones debidas a las elecciones que realizan las personas, pero rectificar las desigualdades debidas a las capacidades naturales de la gente o a sus circunstancias sociales.

KYMLICKA, Will. Nacionalismo, multiculturalismo y ciudadanía. ISBN: 84-493-2385-6